Yo quiero ser bruja (just as a Halliwell)

No es ningún secreto que en bytheway.tv nos fascinan las pócimas, los brebajes y los hechizos, y no, no somos brujas, aunque cierto club de fans canino piense lo contrario. Sin embargo, hay tres brujas a las que envidio intensamente: las hermanas Halliwell, también conocidas en bajos fondos y esferas alternativas como “Las embrujadas”.

¿Qué por qué me gustaría ser una de ellas? ¡Menuda pregunta! Para comenzar, viven en San Francisco, ciudad liberal y alternativa por tradición (por no mencionar que allí también habitan otros entes televisivos como los Salinger y los Tunner), y no solo eso, tienen una casa… ¡qué digo casa!, es casi una mansión parecida a una de esas enormes maquetas con habitantes del siglo XIX. Vaya, que la decoración es discutible, pero no os lo perdáis, la mansión Halliwell está situada en el punto mágico de conexión de todas las fuerzas sobrenaturales del universo, que ríete tu de Tierra Santa. Será por eso, a parte de que son brujas, que en la mansión siempre pasan cosas extrañas. Por ejemplo, tienen un monstruo devora-todo en el sótano. A mi me resultaría muy útil en casos de familiares pesados o vendedores a domicilio, aunque creo que esa manía absurda de hacer el bien que tienen las embrujadas impediría que arrojasen a los visitantes inoportunos a las profundidades del sótano.

Otro lugar fascinante es el desván, ¡menudo espacio chillout me montaba yo allá arriba! Es una lástima que allí también tengan un libro mágico que insisten en robar todas las criaturas malignas del inframundo y eso, evidentemente , te corta el rollo.

Hablando de rollos, hay una de las hermanas que persiste en su empeño de salir con hombres esculturales tipo Adonis, aunque éstos vengan del inframundo. Sin ir más lejos, la chica se ha beneficiado a la fuente de todo mal (Julian McMahon), que ya me gustaría a mi conocer bíblicamente a semejante materialización de los bajos instintos. Por desgracia, se vieron obligados a dejarlo porque sus familias tenían diferencias irreconciliables.

Y si aún no os habéis convencido de los beneficios de ser una Halliwell, ahí va el definitivo: tienen un club, sí un club con escenario, bandas y, lo más importante, cerveza, toda la cerveza que quieran, siempre que quieran, ah, ¡beodas!. Además, seguro que pueden auto-hechizarse para eliminar los efectos etílicos de la cebada fermentada si la maldad del universo les obliga a matar a algún engendro infernal con sus súper-poderes. Porque esa es otra, las embrujadas no han heredado de sus ancestros la celulitis, como yo, sino cualidades como la capacidad de levitar, ver el futuro o teletransportarse. ¡Ah! Sería tan feliz siendo una Halliwell. Además, si alguna de mis hermanas fuese insoportable, siempre podría hacerla desaparecer y en su lugar aparecería otra más simpática, agradable y con un armario más grande.

De momento, tendré que conformarme con mi vulgar vida mortal, pero por si a caso voy a seguir practicando con algunos conjuros y pociones (quedáis avisados si alguna vez os invito a cenar).