Sobre el envejecimiento de las series

Solemos decir que una serie ha envejecido bien o mal, o regulín regular. ¡Pero mira que somos vanidosos! Los que envejecemos, cambiamos y evolucionamos somos nosotros. Si lo miras fríamente, una serie continua exactamente igual, o mejor, si la han remasterizado súperdigitalmente y le han frotado unos cuantos nanobots antes de meterla en un DVD/Bluray.

Pero claro, cuando se trata de entretenimiento uno mismo es el centro, incluso a veces nos sale la vena egoísta tipo: «quiero que me entretengas», «quiero que me entretengas mucho y cuando yo quiera» y, depende cómo, «quiero que hasta me salga gratis», pero esto último ya es otra historia.

El caso es que como espectadores no dejamos de crecer, o cambiar. ¿Tenéis presente esa segunda temporada de Glee, que el mundo coincide en calificar de «apestosa» a «flojilla» dependiendo del karma de cada uno? ¿Y recordáis ese piloto que nos hizo pensar a todos que el mundo era un lugar mejor? Verlo ahora de nuevo me hace pensar que, sin negar los problemas de la segunda de Glee, algo de nuestra percepción de apestosidad deriva de habernos acostumbrado a ella y a la brisa fresca que trajo en su momento.

Son muchos los que no se atreven a revisionar la serie que amaban de pequeños por miedo a la decepción. Yo sigo revisionando el piloto de Alias cuando pierdo la fe en la televisión, pero el día que las primeras patadas de Syd no sean capaces de levantarme el ánimo os puedo asegurar que algo en mí habrá muerto. Seguro que también os ha pasado que una serie se os encalla y después de algunos meses, incluso años, volvéis a ella y os engancháis cual droja en el colacao. Somos criaturas complejas.

Y somos cambiantes. Hemos visto caer torres en directo, jugamos a videojuegos con mandos pirulachísimos, ya tenemos más que asumido lo de la multipantalla y el multitasking… y queremos más porque somos trementamente insaciables a la par que volubles. Diría que gran parte del éxito de cosas como The Vampire Diaries procede de comprender las necesidades de este tipo de espectador a la perfección, ese espectador que seguramente se haría burillas con la furgoneta del Equipo A.

Por cierto, que conste que a pesar de todo lo que he dicho creo firmemente en los productos formato The Beatles, es decir, grandiosidades tan grandes que son atemporales y punto. Y como dirían ellos: I Me Mine

 

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