Survivormanía

Aunque muchos ya sabéis de mis aficiones realitytelevisionianas, es hora de salir del armario ante el mundo y hablar de lo que todavía nunca he hablado en ByTheWay: mi obsesión enfermiza con Survivor. Durante mucho tiempo pasé bastante del tema, vi algo hace años y sufrí los aburridos inicios de la temporada de Gabón. Pero pasé bastante. Vamos, que lo único que me interesó durante mucho tiempo era mi Rob Mariano, básicamente porque también había salido en mi reality favorito: The Amazing Race.

Desde que, por culpa de gente como mi amigo Crítico en Serie, la telesfera española se contagiase de la fiebre Survivor, decidí darle otra oportunidad. Y la cagué. Vaya si la cagué, porque hace meses que nada me hace más ilusión que ver un nuevo episodio de Survivor. No os equivoquéis, sigo pensando que The Amazing Race es un mejor reality y más susceptible de gustar a todo tipo de públicos, pero es que ahora mismo no puedo pensar en nada más que ver a Jeff Probst y sus gorras en mi pantalla. Y la última aburridísima temporada de TAR no ayuda.

No os voy a contar de qué va, porque ya todo el mundo sabe que abandonan a personajes de diversa índole en tierras inhóspitas y les dejan a su cuenta y riesgo mientras les hacen putadas varias para ver hasta qué punto llega la voluntad humana. Todo muy sociológico-experimental en la línea MercedesMilaniana. La grandeza de Survivor es que no han sucumbido al error español de introducir famosos (o lo que sean muchos de ellos), más en la línea del I’m a Celebrity, get me out of here! que de lo que tendría que ser un Supervivientes en toda regla, sin famosidades, mentiras, familiares en plató y SMS para votaciones, politonos y penis enlargements (eso no pasa, pero podría bien ser). Todo el secreto del éxito está en el casting (ni Karmeles ni Carmenes Russo – CocoEnzo y CocaPlaya-), el montaje (los de Fama estarían despedidos) y la pasta que gastan en hacer las cosas bien. Y, aquí, de esto no gastamos. Como me dijo no hace mucho mi admirado Víctor Amela: «Los Americanos viven en la verdad».

El programa está tan bien hecho que ya han emitido 20 temporadas. Jeff Probst ha ganado nosecuantos Emmys como mejor presentador de reality, derrotando a nuestro amado Phil Keoghan. Claro que TAR siempre gana como mejor reality…just curious. Y hay algunos concursantes que se han convertido en auténticas celebridades, como Rob y Amber, una especie de Jorge Berrocal y Maria José Galera, pero en bien. Vamos, que siguen juntos. Y no dan vergüenza ajena. Y esta temporada, en vez de traer a unos all-stars cualquiera, han enfrentado a los Héroes contra los Villanos. Claro que no tengo claro quién es quién. Como era de esperar, a los Héroes, que no lo son tanto, los villanos les están pateando el culo hasta la final. ¿Ser villano es ser más listo?

Todas las temporadas tienen grandes giros y nuevos personajes, pero ahora que el programa celebra su décimo aniversario, con esta edición especial, mi amigo Crítico en Serie y yo nos hemos lanzado a grabar cada semana nuestras conversaciones habituales sobre Survivor y colgarlas en Internet. Soy incapaz de llamar podcast a algo que no deja de ser una locura entre dos buenos amigos. De momento, ya hemos perpetrado dos atrocidades que podéis encontrar en el blog de Pere. Nuestra intención es que, cuando acabe esta temporada, empezaremos a comentar temporadas pasadas, pues hay concursantes que merecen que me pase horas hablando de ellos. Por supuesto creeréis que estamos locos. Pero eso ya lo sabíais antes.

Si os gustan los realities y los programas bien hechos, no dejéis pasar la oportunidad de engancharos a Survivor. No como yo que casi me lo meto en vena claro pero, hacedme caso, vale la pena. Ver a Boston Rob pidiéndole matrimonio a Amber en el Madison Square Garden, a Sandra y Cirie comiéndole la cabeza a los pobres infelices que sobreviven con ellas, a Ozzy dominando en todas las pruebas, a Erik cometiendo uno de los dumbest moves ever, a Parvati enamorando hasta a las palmeras, a Jonnhy Fairplay llorando la muerte (de mentira) de su abuela o a Shane comunicándose con su Blackberry de madera…es algo que un amante de la televisión no puede morir sin ver.

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