La televisión es mala

Que ver mucha televisión es dañino para la salud, la imaginación o la integridad física y moral de las personas es una de las mayores estupideces que he oído nunca. Asumo que, por el mero hecho de estar leyendo esto, estaréis de acuerdo conmigo.

Por fortuna, últimamente, las miradas escandalizadas se dirigen hacia internet y las redes sociales, que al parecer las carga el diablo, quedando lejos esos tiempos en que la televisión nos iba a freír el cerebro. Por fortuna, también, la televisión siempre ha sido esa hermana pequeña, algo zorrita y gamberra, capaz de chotearse de todo.

A 1953 se tuvo que ir el Doctor Who (The idiots lantern) para enseñarnos qué pensaba una granny inglesa de la caja tonta:

Doctor Who - The idiots lantern

En realidad, en The idiots lantern la televisión no era más que el medio para que the Wire pudiera alimentarse de los cerebros de los espectadores, gritando, con cara y voz femeninas un feed me entrañablemente parecido a aquel de Little shop of horrors.

Es interesante que en Fringe (The no-brainer) la red de redes fuera la causante de eso que predecía la abuelita más arriba: los sesos se convierten en sopa y el cerebro sale por las orejas.

Más cerca de casa, Chicho Ibáñez Serrador hacía, allá por el 74 (El televisor), que un oficinista gris, de los de traje rancio y papeleo, se quedara fatalmente enganchado a su primer y primorosamente atesorado televisor en color. El asunto acaba como el rosario de la aurora, que para algo era una de sus Historias para no dormir, no sin antes dejarnos algunas citas memorables:

Historias para no dormir - El televisor

En la tele, aunque siempre echan lo mismo, a veces cambian los nombres de los programas (la mujer del oficinista, que es el verdadero cerebro de la casa)

Todo lo infantil de la tele no se lo traga ni los retrasados mentales (el hijo del oficinista, que apunta maneras)

Si Televisión Española dice «Cine Infantil» es porque emite programas para niños de tu edad (que en boca del ya perturbado y entusiasta oficinista resulta bastante irónico)

Hace casi 25 años, era Spielberg quien daba un enfoque más divertido al asunto de la metatelevisión. En una de sus Amazing Stories (Remote Control Man) se sacaba de la manga algo que siempre he querido poder hacer: controlar con el mando a distancia a su familia. Así, el protagonista, también oficinista, y también gris y desgraciado, convierte a su white trash esposa en June Cleaver (Leave It to Beaver), a su disfuncional hijo mayor en “El guapo” de El equipo A, y al insoportable hijo pequeño en Arnold (igualmente insoportable, por otra parte), todos interpretados por los actores originales.

Amazing Stories - The Remote Control Man

Al final la jugada no le sale del todo bien y el pobre acaba con su asquerosa familia de siempre. Moraleja: lo que la caja tonta lleva años intentando enseñarnos… que la televisión es mala. Como dirían en mi pueblo: ho haveu vist?