Pues que también repongan OT1

En estos tiempos que corren, de niñas azules, carencia de carisma y exceso de garrulez, necesitamos con urgencia volver a nuestros referentes televisivos y vitales en general, que para el caso es lo mismo. Y es que antes de estos tiempos tenebrosos, antes de Risto, antes de la Batuka y mucho, mucho antes de que el chat se convirtiera en un espectáculo bochornoso, hubo una era en que Rosa de España era virgen, no sabía bailar y se inventaba un idioma nuevo cada vez que cantaba en inglés.


Pero cómo cantaba, la jodía

Eran aquellos tiempos en que hasta el que más desafinaba (no diré nombres, malpensados) tenía más carisma en una fosa nasal que Virginia en ambos ojos, la época en que podías ganar 1000 euros por enviar un sms, la chica del pelo azul no lo tenía azul sino rosa, y La2 subía vertiginosamente de audiencia a golpe de resumen. Eso sí, el estilismo no ha cambiado… en fin.


Y había actuaciones penosas, pero cutridivinas

Éramos jóvenes e impresionables, sufríamos cada vez que Rosa subía al escenario y contábamos las vueltas y pataditas que lanzaba Bisbal. No había súper pandis porque todos eran amiguetes y comían cualquier clase de pan. Nos emocionamos con ellos cuando descubrieron que habían pasado de vender pollos a llenar estadios, los lunes noche eran sagrados y lo mejor de los martes consistía en ver qué canciones cantarían en la siguiente gala.


Voy a llorar

Amigos, alguna mente preclara, o simplemente práctica (que tampoco podemos pedir mucho más a los programadores autóctonos) debería utilizar tanto exceso de canal, página web y otras pirulacheces que llenan múltiples notas de prensa para reponer esas primeras galas y resúmenes.

Así podríamos revivir el pequeño flirt entre Gisela y Bustamente o mejor, la gran love story entre bastidores de Chenoa y Bisbal que los profesores se tomaron con tan buen humor que les hicieron cantar Escondidos en una de las actuaciones más memorables de la historia de Operación Triunfo:


¡Escondidos!

Cuenta la leyenda que durante los ensayos la cosa se puso tan quemando que acabaron retozando en el baño, ganándose una bronca de Nina (por lo de los tonos, quizá, no sé), la mejor directora que la academia conoció jamas. Amigos, no descansaré en paz hasta comprobar que no es leyenda ni ilusión. Hasta Carlos Lozano resultaba entrañable, qué narices.

Fueron tiempos mejores, también para mi, y luego las cosas se complicaron. Pero si es verdad que antes de morir vemos un resumencillo de nuestra vida, yo creo que en el mío habrá alguna imagen de ese primer concierto en el Palau Sant Jordi.