Retorno a Edén: como los Ewing pero con cocodrilos

Hasta ahora no habíamos dedicado ningún post a una miniserie, pero es que yo me moría de ganas de hablar de “Retorno a Edén”, mi primer contacto (antes incluso que “Dallas”) con los bajos instintos en las clases adineradas. Y es que ya se sabe: los ricos en los seriales, además de llorar, también son rastreros que te cagas.

Return to Eden

En esta mini serie australiana que fue un hit a principios de los 80, tenemos a Stephanie Harper (Rebecca Gilling), una rica y no demasiado agraciada heredera con dos hijos y sendos divorcios a sus espaldas. Vaya, que la chica no es precisamente una jovencita de buen ver, pero como le sale la pasta por las orejas, Greg Marsden (James Reyne), una atractiva estrella del tenis, se casa con ella (¿alquien más tiene náuesas?). En este punto todos ya sabemos que Greg es un capullo que solamente quiere su dinero y que se la va a pegar en cuanto pueda (ah, la historia más vieja del mundo…) y… ¡tachán! ¿quién es la aforntunada? Pues está claro, la mejor amiga de Stephanie (si es que se veía venir), claro que muy amiga no debía ser cuando está planeando matarla para apropiarse su pasta.

Cuando Stephanie descubre la infidelidad de su marido, el plan maestro para cargársela se precipita y Greg la tira a un río donde hay tantos cocodrilos que casi ni pueden respirar (dios, si Hitchcock levantara la cabeza). Stephanie desaparece y la dan por muerta, todo el mundo cree que fue un accidente y los villanos traidores se quedan la pasta. ¿Fin de la historia? Obviamente, no.

Stephanie sobrevive (¿qué les pasaba a los cocodrilos, estaban colocados o qué?) y la encuentran en una orilla, desfigurada y amnésica. Por suerte, el brillante cirujano plástico Dan Marshal (James Smilie) pasaba por allí y va y la convierte en una mujer 10 a golpe de bisturí (si es que te entran ganas de ser atacada por un cocodrilo), ¡ah! y de rebote, también surge el amor entre ellos. Pero lo realmente interesante comienza cuando Stephanie recupera la memoria y decide volver a Sydney para convertirse en una supermodelo (¿pero esta tía no pasaba de los 30?), vengarse, recuperar la pasta y, especialmente, la mansión familiar “Edén”.

A partir de aquí ya podéis imaginaros cuál es la retorcida consecución de los acontecimientos, digna de cualquier culebrón que se precie, aunque como esto es una miniserie, en tres partes de algo más de 90 minutos se ventilan el asunto. Eso sí, no faltan escenarios cutri-lujosos, trajes de terciopelo rojo, joyas que deben pesar una tonelada y deportivos descapotables.

A pesar de que el final de la miniserie era tan conclusivo, satisfactorio y previsible como el de cualquier culebrón, el éxito cosechado propició, algunos años después, la producción de una serie de 22 capítulos con el mismo nombre que continuaba con la vida de una Stephanie que ya había recuperado lo que era suyo. En esta ocasión, los giros argumentales típicos del serial eran tan rocambolescos que a los propios actores se les hacía difícil contener la risa en el plató (por ejemplo, Stephanie se veía obligada a fingir de nuevo su muerte y volver haciéndose pasar por princesa árabe). Afortunadamente, no hubo una segunda temporada, y el cliffhanger creado al final de la primera tuvo que complementarse con algunas escenas rodadas con posterioridad para finalizar la historia de una vez por todas.

No nos debería extrañar que, ante la avalancha de nuevos canales dedicados a las reposiciones que se nos viene encima, alguno nos sorprenda con la reemisión de “Retorno a Edén”. Estoy convencida de que ha envejecido fatal pero lo que más me inquieta es que, a pesar de ello, no me importaría volver a verla.

Os dejo con el único vídeo que he encontrado, que es de la serie posterior, no de la miniserie, pero algo es algo.