Quinn Fabray, la gleek olvidada

No hay ser animal, vegetal o mineral en la tierra que no haya opinado sobre Glee a estas alturas de la película. Que si es una serie innovadora, la maravillosidad de su música, la grandeza de Sue Sylvester, los episodios especiales de Madonna o Britney, lo arriesgado que es Ryan Murphy y sus retratos loserianos, que si Lea Michele tiene una gran voz, que si Chris Colfer y Heather Morris son la monda, que si Mark Salling está muy bueno, bla, bla, bla e infinitos blas. Con todo eso puedo estar de acuerdo o no. Pero hay una cosa que me sorprende mucho no haber escuchado todavía y son enormes y ensordecedoras alabanzas hacía la gran Dianna Agron.

Está claro que ser una cara preciosa, a veces es un peso duro de llevar. Y no hablo en coña, porque en este caso creo que, tener esta belleza tan clásica, ha hecho que no se preste tanta atención a Dianna como realmente se merece. Porque pienso que el personaje más complicado de llevar a buen puerto, en la locura que es a menudo Glee, era el de la embarazadísima jefa de las animadoras, Quinn Fabray. Quiza, junto al papel de Artie, uno de los más desagradecidos de la serie. Si Glee empezó mostrándonos a Quinn como la típica animadora mega-popular y super-maligna, el personaje cayó en un pozo de desdicha que podría haberla anulado completamente. No sólo su historia es una de las más duras y menos ligeras de toda la serie si no que, además, Ryan Murphy se ha olvidado prácticamente de ella en toda la segunda mitad de la temporada.

Y creo que el mérito de que, ni nos hayamos olvidado del personaje, ni la hayamos acabado por odiar profundamente, es únicamente de Dianna Agron. Ha conseguido hacernos obviar la mayoría de veces que estaba aparcada en una silla palpándose en bombo, que apenas tenía diálogos y que tanto su historia como las canciones que cantaba eran tan tristes que eran comparables a las depresivas aventuras de Marco y su mono Amedio.

Con una sola mirada, Dianna, era capaz de hacernos recordar que Quinn seguía siendo una perra bajo ese manto de bondad que le otorgaba su nuevo estado. Así que ahora ya se ha quitado de encima la enorme losa que le habían colocado, espero que mi amigo Ryan le de muchas historias psicotrópicas de las suyas y alguien le reconozca pronto su talento. Que sí, que Lea Michele canta como los ángeles pero yo, en una pelea de gatas callejeras, qué queréis que os diga, apuesto por Dianna Agron.

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