Los guías del camino

**Aviso a navegantes, si sois de los que no os gusta que os cuenten los finales de las cosas y no habéis visto finalizar la quinta temporada de Anatomía de Grey, quizá no queráis leer este maravilloso post.**

Ya sabéis que Anatomía de Grey es una de las series que me gusta ver doblada al español, pues es uno de los placeres culpables que me gusta disfrutar tranquilamente y en paz con el mundo. Total, que me disponía a ver los últimos dos capítulos de esta temporada sabiendo de sobras lo que iba a pasar, cosa que me encanta porque de este modo no me pongo nerviosa y, además, puedo disfrutar de los pequeños detalles del camino. O sea, que sabiendo todos los líos contractuales que tenían Katherine Heigl y T.R. Knight, sabía que las vidas de sus personajes colgaban de un hilo.

Superado entonces, el choque cliffhangeriano inicial, pude centrarme en el desarrollo de sus historias y observar de qué manera llegaban Izzie y George a tomar las decisiones que les llevan a ambos a tener sus vidas en suspense. Y cuál fue mi sorpresa al ver que las personas que influían en sus decisiones finales era dos actores a los que amo profundamente.

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Por un lado teníamos todo el rollo del tumor de Izzie que nos hizo tener que sufrir otro año más a Denny Duquette y sus apariciones hectoplásmicas. Supongo que este año la Heigl sí que se creerá merecedora de una nominación al Emmy, porque su temporada no ha podido ser más dramática. Al final de la temporada tiene que decidir por enésima vez si se deja operar a cerebro abierto por Derek o bien opta por medicarse hasta pudrirse los intestinos. Y, me costó, pero al final me di cuenta de que la enferma de cancer simpática e inspiradora no es otra que Lisa Weil, mi añorada Paris Geller de Gilmore Girls. Su marido Paul Alderstein le debe haber recomendado a Shonda que la contratase. Lo que me parece alucinante es que esta mujer no tenga ya su propia serie.

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La historia de George se la sacaron de la manga a último momento y es que, después de estar todo un año vagando por los pasillos del Seattle Grace sin que nadie le hiciese ni caso, en la sala de guionistas tuvieron que estrujarse los sesos para encontrale una salida rápida y, a poder ser, dolorosa. Lo que un camión le chafe el jeto y no lo reconozca ni dios, es creíble, pero lo de que quiera alistarse en el ejército, no hay por dónde cogerlo. Aunque, claro, el que le acaba inspirando el amor por el fragor de la batalla es Zach Gilford y, con la simpatía que tenemos en esta casa por Matt Saracen (y todo lo que rodee a Friday Night Lights) casi nos creemos que quiere que le corten una pierna sana para volver al frente.