Rubianes, para siempre

Rubianes

Pepe Rubianes era un cómico punzante, un conversador inagotable y un sonriente perpetuo. Ayer nos dejó y aún tengo la extraña sensación de que me quedan muchas actuaciones suyas por ver. Pepe era uno de mis personajes favoritos, una de las personas que más me ha hecho reír en toda mi vida. Quizá no todos le conocíais; quizá otros no tuvisteis la suerte de verle en directo; quizá había alguien que tenía un concepto equivocado de él; quizá hay alguien que aún no se ha enterado que ha muerto. Así que hoy me alejaré un poco del tono despreocupado de esta página para recordar la figura del inigualable Pepe Rubianes, grande entre los grandes.

Pepe nació en Galicia, pero estaba más integrado en Barcelona que la Sagrada Familia. Como él decía en uno de sus espectáculos, se quedó fascinado por una tierra que tenía una Virgen negra y un mono blanco. Para mí, Rubianes era una atracción más de Barcelona, pues siempre podías encontrarle en el Club Capitol de la Rambla con alguno de sus espectáculos. Pero el que recuerdo con más cariño es Rubianes, solamente, el que quizá he visto más de cinco veces, y no podía parar de reírme una y otra vez con sus historias: el diálogo de Dios y Satanás, el de los huevos hinchados, el de los tipos de público…

Quizá su actuación más conocida a nivel nacional es la de Makinavaja, serie basada en los personajes de Ivá, junto a Pedro Reyes, Llàtzer Escarceller (l’avi de TV3) y Florinda Chico. Pero, ni de lejos es su mejor trabajo, pues donde Pepe era más Pepe era en el cara a cara, por eso siempre era un placer oírle hablar de lo que fuese y reírse de sus propias bromas. De ahí que el mítico programa Malalts de Tele le hiciese una de las entrevistas más largas de la historia de la televisión, pero 9 horas no fueron nada para Rubianes, quien estoy segura que tenía mecha para rato.

No puedo evitar sentir que hemos perdido a una de las voces más libres de nuestro país. Alguien que recibió duras críticas por decir lo que pensaba. Críticas absolutamente injustificadas y sacadas de contexto, pero que nunca le impidieron seguir diciéndolas, porque, en honor a lo que él mismo hubiese dicho, le importaba una mierda lo que pensasen los demás. Por supuesto, las viejas recatadas se asustaban cada vez que Rubianes abría la boca. Yo aplaudía.

La última vez que le pude escuchar fue en la obra Spamalot, dónde prestó su voz para interpretar a Dios. Recuerdo que me alegré muchísimo de que Pepe volviese de alguna manera a los escenarios. Ayer el cáncer de pulmón por el que tuvo que retirarse le venció, pero Pepe Rubianes siempre será recordado en mí casa donde nos seguiremos riendo a carcajadas para homenajearle. Así que, como él mismo decía en Spamalot: «Adiós, o sea, A-mí«. Así que, Adiós, Rubianes, o sea, A-ti.