Hipocresía bidireccional

Hipocresía

Cara de profundidad e interés

Debemos asumir sin presunción que la telebasura no es más que un concepto snob para definir aquello que nos avergonzamos de estar mirando nosotros mismos. Por supuesto no quiere decir que yo sea capaz de contemplar según qué aberraciones, pero sí pienso que todo debe tener cabida en la televisión. Igual que adoro la idea de tener un canal enteramente dedicado a la cocina y otros a los viajes, también me encantaría poder tener uno dedicado de pleno a la salsa rosa o uno donde Pumares estuviese hablando 24 horas seguidas. Y es que, por muy iluminada que sea una, sigue siendo del pueblo.

Ya sabéis que yo estoy absolutamente en contra del gafapastismo televisivo, pues padecer de este extendido mal, te impide disfrutar de la televisión con todos sus matices. Y sin ese amor a la multiculturalidad, esa globalización en la pantalla, nadie puede erigirse como teligioso de pro. Ahora bien, esta hipocresía que afecta a la televisión es bidireccional, pues muchos habitantes de la pequeña pantalla son terroristas encubiertos que intentan confundirnos y hacernos creer que ellos sólo quieren el bien del prójimo y una televisión de calidad.

El líder de estos terroristas del camuflaje es Jordi González, un ser perturbador que hace gala de la dignidad humana mientras chapotea en un lodazal lleno de caca. El problema no es la caca, por supuesto, a mí me gusta la caca, el problema es que Mr. González se va a jugar con la caca ataviado con un pañuelo de Gucci para taparse la nariz y pretender que la peste que se desprende no va con él. En vez de abrazar su condición de pastor de ovejas ciscadoras, prefiere engañar al espectador en su propia cara y dar lecciones de moralidad, mientras modera tertulias sobre parricidas y cadáveres descompuestos.

Todo cabe en la viña del señor, sólo hay que encontrar un lugar para ello y que el telespectador pueda escoger verlo o simplemente ignorarlo y ver reposiciones de Los mundos de Yupi. No se pueden perpetrar aberraciones del tipo Está Pasando que, como programa psico-killer que es, no se avergüenza de su condición, pero que está absolutamente mal programado en el horario en el que se emite. Es un programa totalmente siniestro que bien podría trasladar su «temática de actualidad» a las 2 de la madrugada, en vez de perturbar los hogares españoles en horario infantil. Al menos, Patricia Gaztañaga sabía que era una perra del infierno y no se escondía de su condición malévola.

Mi consejo es que abracemos lo que somos, que aceptemos nuestra realidad y no intentemos enmascararla de falsa dignidad y doble moral. Que cada uno vea lo que le venga en gana y que nadie le juzgue por ello. Y, por descontado, que nadie se crea que por predicar contra la supuesta telebasura es mejor persona, ni que le aplaudan por grabarse en VHS los documentales de La2.