Damages: I was advised

No corráis despavoridos, enemigos del spoiler, esta vez, y sin que sirva de precedente, voy a ser buena buenísima y no voy a desvelar nada (aunque me muera de ganas)

Damages

Seguramente llego tarde con Damages. La serie en cuestión fue una de las más esperadas el pasado verano, y seguramente aún tiene que llegar el día en que alguien escriba una mala crítica sobre ella. El exceso de bombo suele provocarme urticaria, pero tenía ganas de volver a ver en acción a la marquesa de Merteuil, así que me lancé de cabeza. No voy a llevar la contraria al mundo poniendo demasiados peros a Damages. Sería injusto, la verdad, aunque tampoco llevaré confeti a la fiesta que muchos han formado a su alrededor.

La historia que explica Damages no es, en realidad, demasiado compleja. Uno de sus méritos es que comienza por el final y sigue, durante 13 capítulos, combinando idas y venidas del presente al pasado y del pasado al presente hasta que se descubre todo el pastel. Es por esto que no os enfadaréis conmigo si espoileo los 10 primeros minutos (saltad al antepenúltimo párrafo si sois espoilensibles) para explicaros que lo primero que sabemos es que una jovencita con cara de pánfila, un abrigo verde la mar de mono y manchurrones de sangre hasta en el carnet de identidad, acaba en comisaría como principal sospechosa por el asesinato de su novio.

Nota: la jovencita en cuestión, Ellen Parsons, es Rose Byrne. Y me diréis ¿y a mi qué? Pues que esta chica era la dama de compañía o lo que fuera de la senadora Padmé Amidala en Episodio II: El ataque de los clones. Que sí, que la peli era una basura, pero soy una sentimental, qué se la va a hacer. En fin, nada más que por eso, Ellen me cayó bien desde el principio a pesar de, pobre, ser una pedazo de tonta l’haba.

Podría parecer que el asesinato es la clave. Bueno, de hecho lo es. Sin embargo, se me antoja mucho más interesante para el seguimiento de la historia el hecho de que, seis meses antes de los acontecimientos sangrientos, un abogado viejales con espíritu paternalista advierta a Ellen… la advierta de lo chungo que puede ser trabajar para Patty Hewes. Y así comienza Damages, con Ellen aposentando su culo en un despacho de Hewes & Associates y nosotros sabiendo que eso la llevará, 6 meses después, a que su precioso abrigo verde no se pueda limpiar ni con todo el oxígeno activo del universo.

Damages

Os dirán que es una serie de abogados, pero en realidad es una serie de mentiras, ocultaciones y secretos. ¡Ah! Y también salen abogados… y Ted Danson

Y es que a Patty no sabes por dónde cogerla. Si no la interpretase Glenn Close seguramente habrían hecho el ridículo, pero claro, con la marquesa de Merteuil en nómina no es de extrañar que la Close acabase abrillantando un Globo de oro. Y hasta aquí puedo leer.

Una advertencia, esta vez mía. El montaje es tan inteligente como mentiroso, y en Damages se convierte en un ejercicio de ocultación que tiene como objetivo principal aportar interés a una historia que de otra forma no aguantaría 13 capítulos ni de coña, pero tampoco esperéis sorpresas que os hagan saltar del sofá. Disfrutad con Patty, disfrutad con la fotografía y disfrutad con la forma en que las cosas acaban tomando forma.

Damages

No solo lo parezco, también lo soy

Porque al final casi todo cuadra (casi todo, que a mi hay alguna cosilla que me chirría sobremanera) y cuando cuadra, no disfrutas tanto con el desenlace como con el hecho de que encajen todas las piezas del desenlace y que, además, se abra la puerta a una segunda temporada que, si se me permite la sugerencia, no debería repetir la fórmula de las idas y venidas pasado-presente. Eso ya lo hemos visto, ahora es trabajo de los guionistas estrujarse el cerebro para sacar partido a un nuevo argumento que puede dar mucho de sí. Y digo esto movida, principalmente, por el buen sabor de boca que me dejó recordar, con ese final de temporada, un gran piloto que no nombraré (qué duro es no espoilear) pero que los que me conocen saben que tengo por una de las obras maestras de la tele del mundo mundial y en el que, hace algunos años ya, se jugaba muy bien la carta del flash-back-forward.