Diana, los Visitantes nos atacan

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Frotarse las armas contra el cuerpo es muy sexy

Para seguir con mis paranoias sobre personajes que marcaron mi infancia hoy os traigo a la mujer que, definitivamente, desató mi vertiente más sibilina y malvada: Diana de «V«.

Diana (Jane Badler) para los incipientes hombres de la época, fue un míto erótico debido a su poder y autoridad, vamos que a los hombres les ponía la figura de la dominatrix alienígena. Se debían imaginar que cuando se comía esos ratoncitos indefensos, en realidad ella…

Vamos que yo, como todo niño español de los ’80 coleccionaba las pegatigas de «V» que regalaba la TeleIndiscreta y recuerdo como las pegaba en mi habitación de la casa de verano. Ahí se quedó Diana mirándome durante años por las noches. Pero ella no me daba miedo, de hecho, yo quería ser como ella.

Diana era la comandante de la nave que estaba sobre Los Angeles cuando 50 naves Visitantes atacaron la Tierra y así fue barriendo hacia casa y pisando a los que podían hacerle sombra. Aunque más adelante llega Pamela, la generala, para recordarle su rango inferior. Evidentemente Diana se la carga. Por eso era la más mejor, porque se cargaba a conocidos y extraños sin el menor reparo.

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Busco a Jacques, versión lagarto

Si la serie fue un intento de recrear las ideologías nazis (los uniformes, la esvástica, la propaganda…) en la figura de los extraterrestre que quieren someter a los humanos, Diana era, sin lugar a dudas, su Dr. Mengele particular. Era una científica pionera en el campo de la conversión de humanos para el beneficio de los Visitantes y estaba obsesionada con capturar a Elisabeth (la niña de las estrellas) para clonarla y crear híbridos. Del mismo modo, inventó la solución para inocular a los lagartos de todas las posibles enfermedades humanoides, así como una droga-sérum para que los interrogados dijesen la verdad. Los geek debían estar al borde del calentamiento global con esta mujer: mala, guarrona y científica. El no va más.

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Las mismas gafas que se puso el de Bricomanía para soldar la valla del jardín